Náutica

11 Enero, 2016

Año nuevo, asunto viejo

Cada nuevo año que comienza –y ya van 14– trato de establecer cuáles creo que son los principales retos de la náutica deportiva. Echando la vista atrás, tras consultar las cartas publicadas en las pasadas ediciones de enero, descubro que la mayoría de problemas que preocupan al sector son recurrentes.

ELENA PIPÓ

La náutica recreativa ha sido históricamente maltratada por las administraciones públicas –primero la estatal, luego la autonómica y al final las dos juntas–, pese a lo cual ha sobrevivido durante décadas hasta convertirse en un sector no sé si estratégico, pero si desde luego muy importante para la economía balear.

Hoy podría considerarse una buena noticia tener que volver a reivindicar las eternas asignaturas pendientes (la mejora de la fiscalidad, la reducción de las tasas que graban las tenencia de un barco, la protección de la náutica social…), pues significaría que la corriente no nos ha llevado hacia atrás. Por desgracia, no es así. Estamos empezando a retroceder.

Nuestro sector sigue sin resolver su eterno problema de imagen. No hace mucho, en nuestro Twitter tuvimos que aguantar que un usuario nos acusara de querer ver «muerto» el mar por defender el libre fondeo sobre arena y denunciar los intereses que se ocultan tras la torticera campaña contra los navegantes a cuenta de la posidonia.

Dejando a un lado que la ignorancia es siempre muy osada, la anécdota demuestra que la propaganda que equipara a propietarios de barcos con depredadores del medio marino está empezando a calar, y que, a partir de esta premisa, sólo cabe esperar una avalancha de normativas y leyes encaminadas a restringir el uso de los espacios públicos en el litoral balear.

Da igual que mientras se priva a los navegantes de disfrutar de su espacio de ocio, decenas de emisarios sigan arrojando toneladas de detritos sobre las praderas de posidonia sin que nadie, salvo los usuarios del mar, diga ni haga nada. Da igual que prácticamente el 100% de los plásticos que terminan contaminando el mar proceda de tierra. Ambas cosas dan igual porque la posidonia y el medio ambiente son tan sólo pretextos para demonizar a todo un colectivo: el de la náutica, el de los «ricos que tienen barco», el de quienes navegan. No tiene nada que ver con los hechos, sino con la ideología. De ahí, como publicamos el mes pasado, que la presidenta del Govern, Francina Armengol, se permita el lujo de plantar a los representantes del sector sin ni siquiera tener que dar explicaciones.

Ante este panorama, nuestro reto para el año nuevo será desmontar esta gran mentira que amenaza con echar por tierra años de experiencia de un sector que ha crecido sin pedir subvenciones y con mucho trabajo. Ya hemos empezado a recabar los datos con los que en números sucesivos demostraremos que los buenos navegantes no sólo no destruyen el medio ambiente, sino que son los principales garantes de su conservación. Y sacaremos los colores a esas administraciones que, de manera tan cínica y alegre, buscan congraciarse con sus entidades afines a costa de criminalizar algo tan natural y pacífico como fondear en una cala.

Confiemos en que la verdad sirva para algo, aunque ya saben que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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